HORAKYO
domingo, 23 de diciembre de 2012
martes, 17 de julio de 2012
lunes, 16 de julio de 2012
LA SALIDA HERMENEUTICA
El problema es la imposibilidad
de crear nuevos significantes, radica allí la génesis de la crisis del logos
occidental. En una sequía hermenéutica, que deriva en la necesidad imperiosa de
la evocación y el recuerdo. Es la improductividad típica de lo neurótico,
entregado a la compulsión a la repetición.
La solución es la psicosis, desmembramiento del yo, escisión, derrame.
Lo que deriva en el neologismo. El neologismo que permite renombrar o descubrir
lo presente, no manifiesto. Es la entrega del ser a lo ente, si el peligro del
concepto. La superación de la necesidad
de depender de lo nombrado, y disponer de lo por nombrar. En esa superación de
lo nombrado se consigue la liberación de lo que se puede pensar, disponiendo de
la nueva posibilidad de crear.
Se nombra lo innombrable, se
trasciende a la barrera de lo oral o de la escritura, a sus leyes. Entrando en
el mundo de la producción inmediata, sin anteriores, sin recuerdos. Es la
creación originaria, multidimensional. Que antecede incluso a lo metafísico.
Por qué incluso se debe renunciar a la esencia de lo que es, en procura de la
búsqueda de lo nuevo.
miércoles, 6 de junio de 2012
MANIFIESTO EN CONTRA DE LOS POSTMODERNOS
Cuando
hablamos de incertidumbre, lo primero que nos salta a la mente es la sociedad
occidental, neurótica, neurotizante, en el más fiel sentido Freudiano. A pesar
de representar Freud a uno de los paradigmas de la modernidad, a saber el
psicoanálisis. La incertidumbre es un
término muy utilizado por los postmodernos, amén de considerarla como una
especie de estado generalizado e individual, que escapa al mero síntoma
psicopatológico de la ansiedad. Dándole el carácter de estructura
civilizatoria. Sustentándose en el “evidente” colapso de los valores de la
modernidad.
Esa incertidumbre estaría provocada por la
ausencia de una verdad única y absoluta. No es la misma angustia mortal descrita por Kierkegaard, ni
tampoco la angustia del ser frente al ente que nos denuncia Heidegger (el
peligro al que se somete al ser, al ser arrojado al ente). Se trata de la
angustia generada por la ausencia del conocimiento único, de la única
explicación de los fenómenos. Se declaran las múltiples causas, la validez de
múltiples teorías que explicarían un mismo fenómeno, se instaura lo transdiciplinario. Se intenta defender una nueva forma de
conocer, una nueva epistemología.
La postmodernidad se gesta en el rechazo a
la tradición moderna, al igual que la modernidad negó a la tradición que la
precedió. Es el proceso natural en la “evolución” del logos occidental. Al
nacer una nueva forma de ver al mundo, la anterior manera colapsa y debe ser
demolida, como si se tratase de una vieja casona.
Los
postmodernos declaran que hay una nueva forma de saber, de conocer, incluso de
aprender. Aparentemente olvidan que desde Sócrates hasta Sartre nada ha
cambiado de como el hombre piensa. Biológicamente tenemos los mismos cerebros
de hace 3000 años.
No
pretendo hacer una exegesis de la postmodernidad, negar que la postmodernidad es, no caeré en la
trampa freudiana de que, negando acepto,
porque mi negación es una resistencia inconsciente a conocer la verdad. Trato
de entender si una epistemología postmoderna difiere en algo de una
epistemología moderna.
El generar conocimiento, en líneas
generales, parte de una pregunta, o de varias preguntas, a la manera puramente
Socrática. Nadie piensa postmodernamente, se piensa sobre la postmodernidad.
Por lo tanto no puede existir una epistemología postmoderna, pero si puede
existir una epistemología de la
postmodernidad, pensada por aquellos que se declaran postmodernos. Séase
moderno o postmoderno se llega al conocimiento de la misma manera, “popperianamente”
hablando. Sin mencionar la forma de acceder al conocimiento metafísicamente; la
intuición, la revelación o las epifanías. Esta tendencia de atribuirse la
originalidad de un logos especifico, como si este fuese algo material, cosa,
objeto. Ha sido la intención de los
postmodernos, la de declararse los dueños de una nueva episteme. Al afirmar que
los principios de la modernidad se encuentren en “crisis”, cuando en realidad
la modernidad y los modernos son los que poseen, tanto el poder objetivo como
subjetivo. Creándose así una especie de disociación histérica, entre el mundo
factico y el mundo del pensamiento.
Se declara que se acabó el centro, el único
pensamiento, la única verdad, existiendo un imperio que cada año invade más
países. Se niegan los principios de la
modernidad exclusivamente desde el discurso y se propones soluciones ambiguas,
débiles e irrelevantes a los grandes problemas sociales y económicos. El
discurso postmoderno es “guabinoso”, existe una especie de manejo retorico que
puede llegar a aceptar la validez de dos posturas dialécticamente opuestas, una
especie de conciliación que provoca la paralización. Conceptos como estados
intermedios, economías mixtas, populismos democráticos son la muestra de la
infertilidad e inutilidad del manejo de esa postura, sin mencionar la
posibilidad de desarrollar enormes
pasteles ideológicos, donde pueden hacer coincidir distintas corrientes
diametralmente opuestas.
Pero volviendo a la formación del
conocimiento, y la forma invariable de esta, a través de los milenios, que es el tema que más me interesa. Desde la
aparición de la escritura hasta nuestros días el hombre describe al mundo, con la capacidad de dejar plasmadas
dichas observaciones en el lenguaje escrito, la memoria colectiva se sustenta
desde entonces en el papel y el libro, en la actualidad en los sistemas de
almacenamiento masivo digital. Esa posibilidad nos permite recordar y reusar lo
que otros han pensado.
Platón ha sido citado, reinterpretado y
parafraseado por todos los filósofos durante los últimos milenios. En nada
difiere la definición de conocimiento aportada en el dialogo platónico del
teeteto, de la rebuscadas definiciones del conocimiento de Popper, de las
aclaraciones metafísicas sobre el pensar de Heidegger, o de las descripciones
sobre una epistemología postmoderna de Follari.
La
discusión se debería centrar, no en como se sabe, si no en para qué. La utilidad de lo que se piensa, la utilidad
de lo que se escribe. La crisis global no es solamente producto de la crisis del
sistema capitalista, sino también la crisis del logos occidental, hace casi 100
años que no se crean nuevos sistemas filosóficos. Lo que se ha hecho es
repensar a manera de “reload”, reciclar como diría Rigoberto Lanz. A mi parecer estamos en un estado post
filosofal. No se trata de defender a la modernidad, que en si misma callo en la
paradoja de rechazar la tradición y convertirse en tradición, como afirma
Octavio Paz en los “hijos del limo”. ¿Y acaso no fue la modernidad un reaplicar
de los clásicos griegos? Absolutamente, en ese replicar, reusar, se ha
sustentado la civilización occidental, una civilización del reciclaje.
La tradición moderna no ha sucumbido, por el
contrario, ha hipertrofiado su discurso y lo ha hecho dominante, podríamos considerar
a la postmodernidad como un movimiento de resistencia un tanto vacío e inocuo
para los centros de poder modernos. Y esa posición de los postmodernos, hace
posible el desarrollo y mantenimiento de los centros de poder, al hablar de la
izquierda como si fuesen de derecha o viceversa. Inmersos en su guabineo epistémico
e ideológico.
Es
allí donde ha caído el pensamiento latinoamericano, siendo el cliente favorito
de la postmodernidad francesa. “una izquierda light” que cree en la banca
privada, que cree en el populismo democrático, que ve de reojo a los
comunistas, que se resguarda en la supuesta complejidad en la génesis de los
fenómenos sociales. Que critica al Marxismo, pero no crea nada y queda en lo
epistemológico, que al parecer es la nueva metafísica de los postmodernos. Sin
querer decirlo, la postmodernidad de ha convertido en una tradición en menos de 50 años.
viernes, 22 de julio de 2011
(Cortos) Acerca de la oralidad y lo autobiográfico en la novela “La comedia Urbana” de Armando José Sequera
Lo interesante de la novela de Sequera, es que no parece una novela. En ese no parecer, rompe lo tradicional y se impone como novela, al narrar eventos no relacionados como un todo. Son una variedad de relatos que refieren a una ciudad, a un hombre, a un colectivo (el autobús, la esquina famosa, el bar nombrado, la universidad, etc.). Las anécdotas, los mitos urbanos son recogidas como parte de la vivencia del autor. Recuerdan espacios geográficos específicos y épocas específicas. El mismo autor refiere que tardo más de veinte años en escribir esta obra. La fue recopilando poco a poco durante su cotidianidad, trasladando desde la oralidad hacia lo escrito, lo escuchado de otros. Ese paso de la oralidad a lo escrito, no es pasivo, ya que el autor interviene modificando la ficción. La voluntad del escritor modifica el mito, lo moldea al lenguaje escrito, según como su proceso perceptivo le dicte. No todos percibimos los fenómenos de la misma manera. El carácter autobiográfico de esta obra es total, se magnifica cuando luego de leerla, se escucha al autor cuando describe el proceso creativo. Escuchar, recordar, anotar y contar posteriormente. La esencia de esta novela está en el recordar. En ese recordar que luego se hace narración.
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