domingo, 24 de abril de 2011

Túnel vago

Algunas notas sobre lo conocido del teatro

(En relación con las clases del actor, dramaturgo y director Oswaldo Blanco, los sábados por la mañana, en un salón de espejos, del teatro Municipal de Valencia. Con fondo musical de Mozart, aportado por los ensayos de la orquesta sinfónica municipal. Sentados en círculo, el dialogo siempre lo comienza Oswaldo. Siete alumnos en promedio, después de desayunar bombas con crema, algunos somnolientos, otros atentos. Presentes uno que otro silencio o chiste oportuno.)

¿Qué es lo especial del teatro? Indudablemente que la extrañeza, no lo extraño de los actores, ni lo extraño de la obra. Lo especial del teatro es la extrañeza que genera en el espectador. Esa extrañeza que provoca el palpito, el nerviosismo, la espera, la premonición de lo que va a pasar, y el efecto del final de la obra sobre el alma del que simplemente presencia.
Porque a pesar de ser espectador, presumible pasivo; se es espectador activo. En el teatro no solo se ve, se huele, se sienten escalofríos, miedo, fatiga, espera, aburrimiento. Se puede gritar, llorar, reír, lanzar cosas, etc.… El teatro jamás podrá ser moderno en cuanto acaba con la inmediatez de la modernidad. El hombre debe esperar en el teatro, debe entregar el control a la trama.
La angustia generada por esa situación de invalidez, de pasividad frente al devenir de la obra, es paralizante. Por lo tanto genera catarsis, mediante él “como si”, se estuviese viviendo la trama. Se escinde el hombre en dos totalidades, la totalidad que se era antes de ingresar al teatro; y una nueva totalidad que es la sumatoria de la anterior, mas la totalidad de ser espectador.
Ningún espectador puede saber de teatro, simplemente se es espectador. Para saber de teatro, docto, se debe ser actor. El actor es aquel que puede escindirse en dos totalidades, distintas, a veces radicalmente opuestas. Pero el actor debe regresar a la unicidad de su identidad al final de la obra. Debe retornar del hades dramático sin sufrir modificación “importante”, al igual que el Hermes olímpico, el dios Psicopompo, debe dar el mensaje y retornar. La función del actor es heroica en cuanto enfrenta a la tragedia sin estar viviéndola realmente, se confunden ficción y realidad. En ese constante peligro pendular entre realidad y ficción, se expone el actor, voluntariamente. La actuación es una habilidad solamente humana, que ha evolucionado al igual que el hombre, solo los hombres podemos fingir. La máscara, es la representación simbólica de la personalidad. No se aprende actuar, el hombre actúa desde su nacimiento, se aprende a caracterizar, a pronunciar un dialogo, a disfrazarse. El actor no aprende teatro, solo pone en práctica, amplifica, normaliza una habilidad filogenética.
Al igual que la poesía el teatro depende de las musas, por lo tanto carece, en parte, de la acción de la voluntad. Tanto para el que escribe la obra, el dramaturgo, o el que monta la obra. Y más aun del actor. El buen actor es aquel que entrega su voluntad, a la esencia del personaje. En una especie de disociación psicótica transitoria, una alienación permitida.
Para que una obra sea inmanente, trascienda al contexto temporal, espacial. Debe conquistar la esencia de lo divino, es decir carecer de cualquier relación valida con lo actual. Debe poder usarcé siempre, debe poder representarse siempre, sin perder su significado.
El dramaturgo no escribe para que su obra sea presentada, si lo hace perderá el sentido de la creación y fracasara en su intento. Debe abstenerse de imaginar el día del estreno de la obra. Su única función es crear, al igual que dios, a los personajes y entregarlos al libre albedrio.
El que monta la obra, el director deberá construir la escena, darle acción, hacer posible la obra. Tiene el poder de la adaptación, puede modificar, quitar, poner, ampliar, etc.… lo que no puede es reescribir la obra, plagiarla, violarla. El buen dramaturgo poco dirige, el buen director poco escribe, y el buen actor poco dirige y escribe. Esa distribución tríadica de los actantes del teatro, revelan lo neurótico del teatro. El triangulo omnipresente, el histrión, la histeria. Al igual que a la mujer histérica, el actor no le tiene miedo al ridículo.
El teatro difiere enormemente de la televisión o el cine. No se puede hacer teatro pensando en hacer TV o cine. Los tiempos y el manejo del espacio son distintos. El que va al teatro, va consciente de que va a vivir otra cosa. No es necesario que el espectador sea un hombre culto, no se va al teatro a entender. El entender la obra, lo hacen los críticos de teatro. El espectador simplemente vive la obra y se involucra al devenir de la misma. Cada espectador se va a identificar con el personaje que más se parezca a su momento vital. Allí actúa, el de javu. Es el principio catártico, la cura, la paradoja del “como si”.
Cuando se va a ver una obra, existe el ritual de espera. La espera fuera del teatro, los grupos hablando de cosas distintas a la obra, las parejas y los espectadores solitarios. Nadie va al teatro por casualidad. Luego se entra, uno siente la emoción, lo inmenso del teatro, el plafón, el escenario. Se dedica el espectador a verlo todo, a ver quienes entran, quien se sienta a su lado. El mejor sitio para sentarse es la tercera fila. Luego la luz se apaga, música, abre el telón… lo que viene es magia, placer, dolor, existencia.
Al finalizar cada quien coge su camino, reflexionando o no. Contentos, tristes, conformes, inconformes.
El teatro siempre será violencia, cambio, movilización. Los griegos nunca se equivocaron con su tragedia. Quizás irónicamente una de las tragedias de nuestro país, sea la carencia del teatro. Esa presencia de una realidad que parece imposible, ficción.
Para no parecer omnipotente, por eso de escribir sin citar. Usare algunas afirmaciones de Antonin Artaud, en su obra “el teatro y su doble”:
“Como toda cultura mágica que descifran los jeroglíficos adecuados, el verdadero teatro tiene también sus sombras, y de todos los lenguajes y de todas las artes, es el único que todavía posee sombras que han traspasado sus limitaciones. Y desde sus orígenes, podríamos decir que esas sombras no han soportado limitaciones. Nuestra idea petrificada del teatro está de acuerdo con nuestra idea petrificada de una cultura sin sombras, en la cual, se vuelva hacia donde se vuelva, nuestro espíritu sólo encuentra el vacío, en tanto el espacio está lleno.
Pero el verdadero teatro, por ser móvil y por valerse de instrumentos vivos, sigue agitando sombras en las que la vida no ha cesado de pulsar. El actor que no hace dos veces el mismo gesto, pero que hace gestos, se mueve y son duda brutaliza las formas, pero detrás de esas formas, y debido a su destrucción, llega a eso que sobrevive a las formas y las vuelve animadas.
El teatro que no está en nada pero que se sirve de todos los lenguajes: gestos, palabras, sonidos, fuego, gritos, se encuentra exactamente en el punto en el que el espíritu tiene necesidad de un lenguaje para producir sus manifestaciones.
Y la fijación del teatro en un lenguaje: palabras escritas, música, luces, ruidos, indica rápidamente su pérdida, la elección de un lenguaje que prueba el gusto que sentimos por las facilidades de ese lenguaje que, al desechar, produce limitación.
Tanto para el teatro como para la cultura, queda abierta la cuestión de nombrar y dirigir las sombras: y el teatro, que no se fija en el lenguaje ni en las formas, destruye por ese hecho las falsas sombras, pero prepara el camino para otro nacimiento de sombras en torno de las cuales se congrega el verdadero espectáculo de la vida”.
Bibliografía:
1. Artaud, Antonin (2005). El teatro y su doble. Buenos Aires. Sudamericana.

martes, 12 de abril de 2011

Buenos Buenos Aires

La paradoja del ensayo: una mirada al blog de José Carlos De Nobrega “Salmos Compulsivos”

El problema del ensayo es una paradoja, la irónica relación entre libertad de expresión y decir la verdad. Entre la especulación y lo científico, entre lo objetivo y lo subjetivo. Escribir sobre cualquier cosa, criticar, narrar, dar una opinión. A veces sin manejar el tema, conocerlo. Es lo que ha puesto al ensayo en una especie de limbo entre lo poético y lo científico. La relación entre lo que quiere decir el escritor, lo que puede decir y debe decir; se encuentran mezcladas y realmente poco influyen en el destino del ensayo. Cada ensayista da su opinión sobre lo que, para él, es el ensayo. Desde Montaigne hasta los más actuales, cada uno se ha expresado del ensayo, como algo muy propio, que obedece a normas muy laxas y que está cargado de una gran subjetividad. Sin embargo hay algunos que defienden el carácter científico de los ensayos dedicados a los estudios sociales. El acceso a la publicación del ensayo era limitada, en cuanto al difícil acceso a los medos de publicación: el libro, la revista, el periódico. Espacio dedicado solo a unos cuantos que según mi parecer constituían una especie de canon sobre el ensayo (sobre todo en Hispanoamérica). El auge de la red, y la creación de los ya tan populares blogs, han permitido que millones de personas escriban sobre cualquier cosa. Amas de casas, adolescentes, artistas, técnicos, etc... Este acceso a la posibilidad de escribir y publicar, a leer y opinar sobre lo publicado, de manera inmediata. Modifica la forma como se lee, provocando una interacción escritor-lector, que puede cambiar incluso la forma y el contenido de lo escrito. Algo imposible que sucediera con el libro tradicional. No comparto la idea de llamar a este fenómeno “la democratización de la escritura”, ya que aun hay que vencer algunos obstáculos relacionados con el acceso a las computadoras y la red por parte de la mayoría de las personas. Aun venciendo estas limitaciones quedaría el gran problema de la confiabilidad de lo que se lee, por lo cual sería injusto dejar la responsabilidad única al lector. Entendiendo que el escritor no debería refugiarse tras la mampara subjetiva del ensayo, aceptando de antemano a su creación, como una simple interpretación de la realidad; que pueda estar muy lejana de la verdad. Sobre todo cuando se escribe sobre temas de gran interés para lo humano. Para nada seria esta, una intención por limitar la libertad de expresión. Si no establecer una especie de ética ensayística. Los ensayos sobre estudios sociales, literatura, arte, filosofía, psicología, psicoanálisis entrarían en esa categoría de interesantes para lo humano. En Venezuela son muchos los blogs que tratan estos temas, la mayoría suelen ser una mezcla de ensayos literarios, crítica literaria, reseña de libros, fotos, poesía, política y opinión. Es decir que presentan una estética parecida a una típica revista cultural de papel. Algunos poseen interesantes recursos multimedia, hipermedia y arte digital. Uno de esos casos es el blogs publicado por el escritor José Carlos De Nobrega, “Salmos Compulsivos”. Premio Nacional del Libro 2006, capítulo centro occidental, a la mejor página web (otorgado por el CENAL). De Nobrega es un ensayista reconocido en el estado Carabobo, con amplias relaciones con el mundo literario. Es fundador del grupo literario Li Po y del colectivo Enriqueta Arvelo Larriva. Para de Nobrega su interés es “Divulgación de mis trabajos literarios, establecer un diálogo caótico con los lectores”. El ensayista explota al máximo las posibilidades técnicas del blog, utilizando tanto el texto como la imagen para acompañarse mutuamente. Haciendo del blog algo agradable, de lectura amena. Sus ensayos, críticas y reseñas suelen ser cortas, condensadas. Con un lenguaje técnico preciso. De Nobrega es un cronista de la actividad literaria regional, reseña los libros que se editan, los recitales de poesía. Hace crítica de cine, traduce poesía del portugués o brasilero al español. En alguno de sus escritos da su opinión política, sobre lo local o nacional. Evidentemente está relacionado con las corrientes literarias de la izquierda. Se evidencia como un gran lector, ya que escribe para promocionar la lectura, o así parece. En su último escrito titulado: La bitácora Solidaria de Juan Medina, De Nobrega afirma:
“Siglo XXI. Educación y Revolución, por fortuna, es un libro desconcertante e inclasificable. Lo que podía suponer –inferido el título- un manual de educación postmoderna, constituye un conjunto de cuadernos de navegación que recorren diversos temas en un soporte transgenérico e intertextual. Juan Medina Figueredo profesa su fe en la humanidad por vía de la fusión de la autobiografía, el ensayo, la crónica, la poesía y la conversa pedagógica. Posee un indiscutible carácter objetual, siguiendo los poemas objeto de Joan Brossa, tenemos en las manos un Libro Comuna: el lector puede abordarlo sin importar el plan ni la estrategia (en mi caso, el orden fue arbitrario y anarcotrotkista, he aquí la sucesión de los capítulos leídos I-II-IV-V-IX-VIII-VII-VI-III-X)”.
El manejo de términos sobre teoría literaria es adecuado, se reconoce hábil en el manejo del elemento crítico y lo explota al máximo. Haciendo una reseña critica. Utilizando a Liliana Weinberg, quien usa a su vez a Juan José Saer, podemos afirmar que tanto la obra ensayística, en los libros de textos, como en los escritos subidos al blog. Son o perteneces al género de ensayo “sin orillas”. Basando esa afirmación en lo amplio de la temática tocada por el autor, que se “pierde en el horizonte”. En “la visita del ángel: el edén recobrado por asalto” De Nobrega desarrolla:
“Sin duda alguna, la literatura venezolana nos demuestra momentos estelares de apego a la tierra, por vía de su refundación en la memoria. Es pertinente una revisita a la región de Unare, recreada en el inolvidable volumen de “El Osario de Dios” de Alfredo Armas Alfonzo; el bullicio de los lunes en Arismendi, patente en la poesía de Adhely Rivero; la muerte de Justina, la meretriz del pueblo, trae consigo un vívido recuerdo de la serranía falconiana en la novela “En virtud de los favores recibidos” de Orlando Chirinos. Qué decir de dos magníficos ejemplos de la entrañable simbiosis habida entre la poesía y la crónica: “Carama” de Igor Barreto, cuyos asombrosos versos nos sumergen en el río Apure junto a monturas y jinetes asesinados; o ese enclave escondido que es el pueblo El Castaño, tema y tono rural de “Los Difuntos” de nuestra querida Vielsi Arias. Hoy nos complace hasta el tuétano conversar sobre un maravilloso libro de Juan Medina Figueredo. Sí, “La Visita del Ángel” constituye una aproximación sentida y poética a Aragua de Barcelona, esa hoja de cayena color ocre adosada al costado derecho del estado Anzoátegui, tal como la habíamos visto en un mapa antiguo. Su reciente lectura nos ha deparado una experiencia que raya en el privilegio y el placer. Acompañamos el texto introductorio de Carlos Noguera, solidario y todo acierto, cuando señala que los lectores estarán envueltos en su personal recreación mítica (y poética, lo seguimos machacando) del origen”.
De Nobrega es un escritor apasionado, descriptivo, pero manifiesta ese apego por respetar la máxima del ensayo de: dar vueltas en círculo, rodear, acercarse pero nunca llegar al centro. Me hace recordar a Octavio Paz y su Arco y la Lira. A demás de ejercer una interesante obra divulgativa, historiográfica y cronística de lo literario en Carabobo, desarrolla una intensa labor de traducción, como es el caso de la poeta Ana Cristina Cesar del Brasil:
Cómo afeitar el paisaje

La fotografía
es un tiempo muerto
ficticio regreso a la simetría

secreto deseo del poema
censura imposible
del poeta

Miro mucho tiempo el cuerpo de un poema
hasta perder de vista lo que no sea cuerpo
y sentir separado entre los dientes
un cordoncillo de sangre
en las encías

*
Sin ti mi bien soy lago, montaña.
Pienso en un hombre llamado Heberto.
Me acuesto a fumar bajo la ventana.
Respiro con vértigo. Ruedo en el colchón.
Y sin bravuconería, corazón, subo el precio.

*
Allá donde me cruzo con la modernidad, y mi pensamiento atraviesa como un rayo, la piedra en el camino es el tiempo que arrojas del campo.

*
Ahora, de inmediato, es aquí que empieza la primera señal del peso del cuerpo que sube. Aquí cambio de mano y empiezo a ordenar el caos.

También el blogs es utilizado para publicar escritos de otros autores, amigos, o miembros del colectivo literario donde hace vida. Publica manifiestos, invitaciones de otros colectivos y fotos hechas por el o por otros. Un ejemplo de esto es “Conversaciones con taxistas (2). pedro téllez”:
“Un taxista de 80 años, el doble de mi vida. Tiene unos hijos que son profesionales y otros no, unos le ayudan y otros no, por eso sigue trabajando. Antes manejaba un camión pero se le dificultó con la edad, lo cambió por este carro. Al saberme médico me pregunto por el Viagra: “lo tomé con una carajita hoy, la llevé a comer y luego al motel, es una amiga más joven, cincuenta añitos”. Su esposa es la misma desde su juventud. Lo peor que le ha pasado fue la muerte de su hijo a los trece años: “un joven hermoso”. Se infectó de tétanos: “hice todo pero en esa época…”. Su recuerdo más antiguo es de cuando vio a la Virgen: “La vi en el cielo, tenía yo 8 años o algo así, era hermosa, todavía la recuerdo azul, azul filtrado… no me dijo nada”.

viernes, 1 de abril de 2011

Lugares comunes en la cuentística de Manuel Díaz Rodríguez y Luis M. Urbaneja Achelpohl

Manuel Díaz Rodríguez (1871-1927) y Luis M. Urbaneja Achelpohl (1873-1937) pertenecen a la generación de los poetas modernistas. Según Pedro Díaz Seijas: “el cuento Venezolano tiene origen reciente. Nace a fines del siglo XIX. Concretamente, sus verdaderos creadores pertenecen a la generación modernista”. Ambos autores son contemporáneos, ampliamente influenciados por las corrientes filosóficas, estéticas y filosóficas Románticas. El momento histórico en el cual se desarrollaron corresponde a una época de cambios sociales y políticos de gran importancia tanto en Hispanoamérica como en el resto del mundo.
Según el diccionario enciclopédico de las letras de América latina:

“El modernismo literario es un movimiento que, iniciando fragmentariamente en los textos de algunos escritores, se consolida muy rápidamente luego de la publicación de azul… y logra dimensión continental, originando la vertiente rubendariana en la literatura de la época”.
Se inicio primeramente en el sur, Chile y Argentina. Para luego extenderse por toda Latinoamérica, con un gran desarrollo en el Brasil. En Venezuela además de los dos escritores tratados aquí debemos agregar también a: Pedro Emilio Coll, Alejandro Fernández García y Rufino Blanco Fombona. Todos relacionados con las publicaciones de El Cojo Ilustrado y Cosmópolis.

En el presente trabajo se llevara a cabo un a análisis de los cuentos:

1. Las ovejas y las rosas del Padre Serafín, de Manuel Díaz Rodríguez.
2. Ovejón, de Luis M. Urbaneja Achelpohl.
Se utilizaran como herramienta de análisis el método Formalista Ruso. El cual encontramos didácticamente explicado en el artículo de Tzvetan Todorov: Las Categorías del Relato Literario.

Sentido e interpretación

Tanto en el cuento de Díaz como en el de Urbaneja se narran unas historias totalmente factibles. Que se inician con el desarrollo de una escena trágica que desencadena en la persecución de un supuesto culpable. Este ser que es perseguido se le da un trato ambivalente Héroe/Villano, resaltando tantos sus aspectos Positivos como negativos, Buenos o Malos, socialmente Hablando. En ambos individuos la identidad o nombre es borrosa o irreconocible, por lo tanto la descripción es física, en su mayoría utilizando una metáfora de la naturaleza, para que a manera de símil se nos describa al individuo. Es la imagen que se nos da de ellos:

“Ni se sabe cómo se llama, continuo el narrador.
Se llama Heriberto Guillén
A mí me dijeron que Julián Perdomo” Las ovejas y las rosas…
“! Ovejón! ¡Ovejón!...
Ovejón sabía muchas oraciones… Ovejón

Historia y discurso

La narración de ambos relatos es sencilla, aunque a veces la historia se pierde, en el momento en el que se describe en detalle la naturaleza que rodea al personaje. El hilo conductor de las historia es continuo de principio a fin. Existe un encadenamiento de los sucesos. Dándole factibilidad a la historia. Se mantiene la necesidad por parte del lector de llegar hasta el final, pues el sufrimiento de los protagonistas ante la persecución o el dolor así lo permiten. La narración evoca un paisaje nacional conocido, una fauna conocida. Como lo es el pájaro Martin Pescador en Ovejón o los sembradíos de café en las ovejas y las rosas…

El relato como historia

En ambas obras se describen dos hilos narrativos que se desarrollan paralelamente y que al final se van a enlazar para terminar de dar el sentido, incluso la “moraleja”. En la obra de Urbaneja se narra la persecución de “Ovejón” y al mismo tiempo el sufrimiento del Mendigo, como personaje opuesto. Ambos personajes se encuentran cuando ovejón le salva la vida al Mendigo, le lava las heridas, los pies, “hoy por ti mañana por mí”. En la obra de Díaz existe una persecución a un negro jugador que asesina accidentalmente a otro hombre( Saturno), paralelamente al desarrollo de la persecución, se describe la vida del padre Serafín y su ingenuidad. Se da el encuentro entre el cura y el asesino cuando la masa enardecida lo captura y tortura. El padre Serafín suplica por la vida del reo en vano y lo confunde, o lo imagina como el Cristo. En ambas narraciones se evocan figuras mitológicas olímpicas como Saturno, la medusa o Venus (una especie de sincretismo pagano-cristiano). Pero existe una metáfora mística cristiana especifica, descrita en el perdón y la redención, o e en el lavado de los pies (romanticismo).

“Al verlo, chorreando de sangre y casi desnudo, vivo Ecce-Hommo, sanguina monstruoso en fondo de sepia, el padre serafín, trabadísimo, abrió los brazos en cruz y cayó de rodillas frente al hombre como ante una aparición del crucificado: ¡Dios mío, perdón! ¡Dios mío, perdón!!Que han hecho! Las ovejas y las rosas…
“El hombre se aproximo al mendigo, examinó la herida y con el agua del rio comenzó a lavarla, como lo hiciera una madre a su tierno infante…” Ovejón

Lógica de las acciones:
Las repeticiones

Es evidente que la antítesis de los personajes es el motor de las acciones:

• Asesino/Padre Serafín
• Mendigó/ovejón
• La horda enardecida/ Padre serafín
• La horda enardecida/ el mendigo

El asesino de Díaz es un negro jugador, que alardea de su suerte y es acusado de brujo. Se le acusaba de brujería pues de un pedazo de su cabello arrancado salía un ratón. El cura del pueblo es un cura idealista que tiene a su pueblo por nobles ovejas, que al final traicionan su ideal y le producen una especie de locura.

El Ovejón de Urbaneja es una especie de Robín Hood, que a pesar de ser buscado para matarlo se toma el tiempo de curar al mendigo. El cual es astuto y en algún momento de la narración piensa en entregar a su salvador.

La masa, sin razón, posesa por la sed de venganza se manifiesta como las fuerzas naturales, que luchan en contra de la razón individual de preservación y sublimación.
El modelo tríadico
En Las ovejas y las rosas del Padre Serafín:

1) El asesinato de Saturno el hijo de Higinia
La persecución por parte del pueblo
La captura del asesino
2) El juego de dados entre el asesino y Saturno
El asesinato de Saturno
La huida del asesino
3) la persecución del asesino
El descubrimiento del padre Serafín
La captura del asesino

Conclusión: Muerte del asesino y la locura del padre Serafín.

El modelo Homológico
En Ovejón:
La persecución de Ovejón El mendigo circula herido El mendigo es curado por Ovejón El mendigo agradecido no delata a Ovejón
Ovejón cura al mendigo El mendigo permite la cura Ovejón es acorralado El mendigo mata a la yegua
Ovejón es acorralado El mendigo agradecido no lo delata El mendigo mata a la yegua Ovejón logra escapar
Ovejón logra huir El mendigo mata la yegua Ovejón escapa El mendigo cobra la recompensa
Todas las acciones corresponden a la dinámica entre Ovejón y el mendigo.

Los personajes y sus relaciones

Aunque Todorov señala en su artículo citando a tomachevski: “El héroe caso no es necesario a la historia. La historia como sistema de motivos puede prescindir enteramente del héroe y de sus rasgos característicos”. En nuestras dos historias lo heroico se encuentra más que presente. No solo en el Padre Serafín, también, en el asesino que cansado de huir decide enfrentar a sus perseguidores y al final pide la confesión. O en el mendigo de Ovejón que a pesar del interés por cobrar la recompensa por la cabeza de ovejón decide no delatarlo y matar a la yegua. Tanto en Díaz como en Urbaneja lo heroico es trágico, por que, o bien termina en la muerte o en la locura simbolizada en la rosas del pecho del padre Serafín y su actitud delirante, “y el padre, sonriendo con aquella sonrisa de ciertas locuras dulces que debe ser las misma de la felicidad perfecta, a los pueblos confundidos mostro las manos y el pecho desnudo en donde la pereza y los abrojos del Ávila prendieron tres vivas rosas”.

Los predicados de base

En las ovejas y las rosas del padre Serafín
Deseo:

1. El deseo del pueblo de capturar al asesino.
2. El deseo del padre de salvar al asesino.
3. El deseo del asesino de salvarse.

La comunicación:

1. El rumor de la captura del asesino.
2. El sermón del padre al pueblo.
3. La confesión irrealizada del asesino.

Participación

1. La participación del pueblo en la persecución.
2. La huida del asesino.
3. El intento del padre de salvar al asesino.
4. La huida del padre.

Las reglas de oposición:
Algunos ejemplos:

1. El deseo del pueblo de capturar al asesino ↔la huida del asesino.
2. El rumor de la captura del asesino↔ El contra rumor.
3. El asesinato del asesino↔ Las acciones del padre para impedirlo.

Las transformaciones personales

En Ovejón se describe a un mendigo tosco y aparentemente poco inteligente. Sucio y mal oliente. Quien es rescatado de una muerte segura. Que por su estado de indigencia, es poco probable que respetara algunas normas de solidaridad y lealtad. Pero que termina no delatando a Ovejón, buscando una salida intermedia, hermética. Metáfora que es simbolizada por el cumulo en forma de pirámide de piedras, colocadas en el camino. Típica ofrendas que se le dedicaban al dios Hermes. Lo cual revela una habilidad psicopónpica del mendigo, al igual que la ambivalencia del héroe/villano del Ovejón.

En las ovejas y las rosas del padre Serafín ocurre aparentemente una transformación negativa. Cuando posterior a descubrir la verdadera naturaleza de su pueblo y presenciar la muerte del asesino/Cristo, el padre enloquece, delira. A manera de una participación mística con la naturaleza y el símbolo cristiano de la rosa. Lo que evidencia la utilización de la metáfora alquímica por parte del autor.

Las reglas de acción

Es indiscutible que las sucesiones de las acciones A-B-C-D obedecen a un hilado lógico de la historia, donde cada personaje le aporta un aspecto de su estructura. El padre con lo místico-religioso, el mendigo con la lealtad etc. Este hilado inicia con un asesinato y termina en otro, lo cual, tiene como consecuencia en cada caso la transformación:

1. La locura del padre serafín.
2. La identificación con lo heroico por parte del mendigo.

El relato como discurso
El tiempo del relato

El tiempo del relato es lineal, aunque en ambos cuentos se desarrollen otros hechos paralelamente, incluso la naturaleza es descrita como un elemento que acompaña directamente a lo temporal, a la trama. El rio que pudo haber matado al mendigo, los cafetales y los arbustos espinosos que cortaban al asesino en su huir. Hay un tiempo en el discurso continuo donde se mantiene una misma intensidad en las acciones con un encadenamiento temporal sin tropiezos. Aunque cuando se describe a la naturaleza el relato adquiere una cierta musicalidad, adoptando una prosa rica en imágenes.

En relación a la posición del narrador frente al personaje, podemos describir que en ambos relatos:

Narrador Vs personaje

SegúnTodorov: “esta fórmula es la más utilizada en el relato clásico. En este caso, el narrador sabe más que el personaje”.

El ser y el parecer

Por lo breve de ambos relatos, no se dejan explorar los personajes psicológicamente. Así que quizás la aproximación se hace por medio de los arquetipos nombrados. El cura, el jugador, el mendigo, la madre, el asesino.

En Ovejón: “Un mendigo, sucio y roto, abofellado el rostro, los labios gruesos y la piel cetrina, llena de nudos y pústulas, penosamente arrastraba un pie descomunal, hinchado, deforme, donde los dedos erectos semejaban cuernos bajo una piel agrietada y escamosa”.
Los modos del relato

En ambos relatos los narradores nos “muestran las cosas” (Todorov). Usan la narración: “La crónica o la historia es, creemos, una pura narración, el autor es un simple testigo que relata los hechos; los personajes no hablan; las reglas son las del género histórico…”

En relación a los aspectos y modos del relato se evidencia la utilización del estilo panorámico como ya fue descrito Narrador>personaje. Tomando en cuenta las palabras de los personajes y las palabras del narrador o de las imágenes del personaje y las imágenes del narrador. Existen diferencia no muy marcadas entre ambos autores que utilizan un leguaje sencillo, plagado de imágenes mitológicas.

La infracción al orden

En ninguno de los dos relatos se evidencia una infracción al orden narrativo, al aspecto temporal, tampoco una disrupción en el hilado de la acciones que dan como resultado un devenir lógico de lo que va a ocurrir, incluso haciendo un tanto predecible.

Pfeiffer

Fue difícil conseguir el pequeño libro de Johannes Pfeiffer, en una biblioteca como la mía. La cual solo obedece a la sincronicidad (hablando según Jung). El libro titulado: la Poesía, es quizás uno de los más hermosos intentos, fenomenológicos. Acerca de la poesía. Editado por el Fondo de Cultura Económica, traducido al castellano por: Margit Frenk Alatorre. Traductor que magistralmente agrega una seria de poemas, de autores de habla española. Para amplificar así la intención de Pfeiffer, hasta nosotros (hispanoamerica).
Para Pfeiffer: “la poesía es arte que se manifiesta por la palabra, la tarea para él, es enfrentar el prejuicio germano de la profundidad y despertar nuevamente la sensibilidad hacia la esencia de lo poético”. Planteando que la única actitud auténtica frente al arte, será una participación sentimental y emotiva.
Compara a Heidegger con Mathias Claudius [Frenk Alatorre introduce a Quevedo] para diferenciar como se habla sobre la muerte, filosóficamente y poéticamente. Para él:
“Heidegger, el “como”` de la participación es traducible; sería posible expresar el contenido de manera distinta en Claudius [y Quevedo] el “como” de la participación es intraducible, el contenido no puede darse sino justamente en tal forma y de tal modo:
Participación.
Ritmo y Melodía.
El metro es lo exterior.
El ritmo lo interior.
El metro es la regla abstracta.
El ritmo la vibración que confirma vida.
El metro es el siempre.
El metro el aquí y el hoy.
La melodía se apoya en sonidos de una determinada coloración.
Imagen y Metáfora.
Heidegger lo significativo.
Mathias Claudius: la musicalidad del lenguaje.

Notas sobre el libro: El Arco y La Lira de Octavio Paz

El arco y la lira de Octavio Paz intenta, con creces, reivindicar al poeta y al lenguaje (la palabra). Defiende la inmanencia del poema al afirmar: ´´El poema sin dejar de ser palabra o historia, trasciende la historia. A reserva de examinar con mayor detenimiento en qué consiste este traspasan la historia, puede concluirse que la pluralidad del poema no niega sino afirma, la unidad de la poesía” (Octavio Paz, 1956, p. 29). Describe la relación poeta-poema-lector, en cuanto cada uno, valida al otro.
Para Octavio Paz, la palabra define a lo humano. Para él, la historia del hombre, es palabra, y pensamiento todo lo que conocemos. Se nombra con la palabra, se cuenta, se descubre. Tanto la filosofía como la metafísica son palabra: “Al develar el significado de ciertas palabras sagradas e inmutables, precisamente aquella sobre las que reposaba el edificio de la metafísica occidental. Menos los fundamentos de la metafísica, toda crítica filosófica se inicia con un análisis del lenguaje”. Por lo tanto es imposible pensar en una filosofía sin lenguaje.
Refiere que el lenguaje es una condición de la existencia del hombre, pero no es un objeto. Para Octavio Paz también El Silencio dice algo, pues está “Preñado de Signos”.
El libro intenta descubrir el origen del lenguaje humano y su devenir: “´Quizás el primer lenguaje humano fue la pantomima imitativa y mágica”. Ese devenir del lenguaje que es el mismo del hombre. Entendiendo la esencia del lenguaje cósmico, Simboliza: “Lenguaje y mito son vastas metáforas de la realidad”.
Para Octavio Paz: “El hablar es substancia del poema; pero no es el poema”. Para él, lo que hace al poema. El poema es la trascendencia del habla al simple significado, el poema es una sublimación del lenguaje, la poesía es tanto magia como realidad, de ahí el eterno trascender del poema más allá de la existencia del poeta, de la historia.
Octavio Paz toca una paradoja importante del libro. La relación: lenguaje-alienación, plantea: “Una vez reconquistada la unidad primordial entre el mundo y el hombre. ¿No saldrán sobrando de las palabras? El fin de la enajenación social, el fin del lenguaje, la utopía terminaría, como la mística en el silencio”.
Octavio Paz va de lo sagrado del habla a lo común, vano, profano. La creación poética es manifestación de un habla que define a lo humano y viceversa. Pero que, escapa a la simple dinámica significante/significado, la vivencia de la creación, como algo místico, esotérico. Evoca esa parte del hombre relacionada con lo pasivo, con el silencio. Pero a la vez el habla se explica violentamente a través del poema: “La creación poética se inicia como violencia sobre el lenguaje. El primer acto de esta operación consiste en el desarraigo de la palabra, el poeta las arranca de sus conexiones menesteres habituales.
También afirma: ´´El poema es creación original y única. Pero también es lectura y recitación, participación. El poeta lo crea: el pueblo, al recitarlo lo recrea”. Finalmente para Octavio paz la poesía puede convertirse en el idioma de los iniciados.
Bibliografía:
1. Paz, Octavio. (1956). El arco y la lira. México: Fondo de Cultura Económica.