miércoles, 6 de junio de 2012

MANIFIESTO EN CONTRA DE LOS POSTMODERNOS


Cuando hablamos de incertidumbre, lo primero que nos salta a la mente es la sociedad occidental, neurótica, neurotizante, en el más fiel sentido Freudiano. A pesar de representar Freud a uno de los paradigmas de la modernidad, a saber el psicoanálisis. La  incertidumbre es un término muy utilizado por los postmodernos, amén de considerarla como una especie de estado generalizado e individual, que escapa al mero síntoma psicopatológico de la ansiedad. Dándole el carácter de estructura civilizatoria. Sustentándose en el “evidente” colapso de los valores de la modernidad.
   Esa incertidumbre estaría provocada por la ausencia de una verdad única y absoluta. No es la misma  angustia mortal descrita por Kierkegaard, ni tampoco la angustia del ser frente al ente que nos denuncia Heidegger (el peligro al que se somete al ser, al ser arrojado al ente). Se trata de la angustia generada por la ausencia del conocimiento único, de la única explicación de los fenómenos. Se declaran las múltiples causas, la validez de múltiples teorías que explicarían un mismo fenómeno,  se instaura lo transdiciplinario.  Se intenta defender una nueva forma de conocer, una nueva epistemología.
   La postmodernidad se gesta en el rechazo a la tradición moderna, al igual que la modernidad negó a la tradición que la precedió. Es el proceso natural en la “evolución” del logos occidental. Al nacer una nueva forma de ver al mundo, la anterior manera colapsa y debe ser demolida, como si se tratase de una vieja casona.
    Los postmodernos declaran que hay una nueva forma de saber, de conocer, incluso de aprender. Aparentemente olvidan que desde Sócrates hasta Sartre nada ha cambiado de como el hombre piensa. Biológicamente tenemos los mismos cerebros de hace 3000 años.
    No pretendo hacer una exegesis de la postmodernidad, negar  que la postmodernidad es, no caeré en la trampa  freudiana de que, negando acepto, porque mi negación es una resistencia inconsciente a conocer la verdad. Trato de entender si una epistemología postmoderna difiere en algo de una epistemología moderna.
   El generar conocimiento, en líneas generales, parte de una pregunta, o de varias preguntas, a la manera puramente Socrática. Nadie piensa postmodernamente, se piensa sobre la postmodernidad. Por lo tanto no puede existir una epistemología postmoderna, pero si puede existir una epistemología de  la postmodernidad, pensada por aquellos que se declaran postmodernos. Séase moderno o postmoderno se llega al conocimiento de la misma manera, “popperianamente” hablando. Sin mencionar la forma de acceder al conocimiento metafísicamente; la intuición, la revelación o las epifanías. Esta tendencia de atribuirse la originalidad de un logos especifico, como si este fuese algo material, cosa, objeto. Ha sido la intención  de los postmodernos, la de declararse los dueños de una nueva episteme. Al afirmar que los principios de la modernidad se encuentren en “crisis”, cuando en realidad la modernidad y los modernos son los que poseen, tanto el poder objetivo como subjetivo. Creándose así una especie de disociación histérica, entre el mundo factico y el mundo del pensamiento.
   Se declara que se acabó el centro, el único pensamiento, la única verdad, existiendo un imperio que cada año invade más países.  Se niegan los principios de la modernidad exclusivamente desde el discurso y se propones soluciones ambiguas, débiles e irrelevantes a los grandes problemas sociales y económicos. El discurso postmoderno es “guabinoso”, existe una especie de manejo retorico que puede llegar a aceptar la validez de dos posturas dialécticamente opuestas, una especie de conciliación que provoca la paralización. Conceptos como estados intermedios, economías mixtas, populismos democráticos son la muestra de la infertilidad e inutilidad del manejo de esa postura, sin mencionar la posibilidad  de desarrollar enormes pasteles ideológicos, donde pueden hacer coincidir distintas corrientes diametralmente opuestas.
   Pero volviendo a la formación del conocimiento, y la forma invariable de esta, a través de los milenios, que  es el tema que más me interesa. Desde la aparición de la escritura hasta nuestros días el hombre describe  al mundo, con la capacidad de dejar plasmadas dichas observaciones en el lenguaje escrito, la memoria colectiva se sustenta desde entonces en el papel y el libro, en la actualidad en los sistemas de almacenamiento masivo digital. Esa posibilidad nos permite recordar y reusar lo que otros han pensado.
   Platón ha sido citado, reinterpretado y parafraseado por todos los filósofos durante los últimos milenios. En nada difiere la definición de conocimiento aportada en el dialogo platónico del teeteto, de la rebuscadas definiciones del conocimiento de Popper, de las aclaraciones metafísicas sobre el pensar de Heidegger, o de las descripciones sobre una epistemología postmoderna de Follari.
    La discusión se debería centrar, no en como se sabe, si no en para qué.   La utilidad de lo que se piensa, la utilidad de lo que se escribe. La crisis global no es solamente producto de la crisis del sistema capitalista, sino también la crisis del logos occidental, hace casi 100 años que no se crean nuevos sistemas filosóficos. Lo que se ha hecho es repensar a manera de “reload”, reciclar como diría Rigoberto Lanz.  A mi parecer estamos en un estado post filosofal. No se trata de defender a la modernidad, que en si misma callo en la paradoja de rechazar la tradición y convertirse en tradición, como afirma Octavio Paz en los “hijos del limo”. ¿Y acaso no fue la modernidad un reaplicar de los clásicos griegos? Absolutamente, en ese replicar, reusar, se ha sustentado la civilización occidental, una civilización del reciclaje.
   La tradición moderna no ha sucumbido, por el contrario, ha hipertrofiado su discurso y lo ha hecho dominante, podríamos considerar a la postmodernidad como un movimiento de resistencia un tanto vacío e inocuo para los centros de poder modernos. Y esa posición de los postmodernos, hace posible el desarrollo y mantenimiento de los centros de poder, al hablar de la izquierda como si fuesen de derecha o viceversa. Inmersos en su guabineo epistémico e ideológico.
    Es allí donde ha caído el pensamiento latinoamericano, siendo el cliente favorito de la postmodernidad francesa. “una izquierda light” que cree en la banca privada, que cree en el populismo democrático, que ve de reojo a los comunistas, que se resguarda en la supuesta complejidad en la génesis de los fenómenos sociales. Que critica al Marxismo, pero no crea nada y queda en lo epistemológico, que al parecer es la nueva metafísica de los postmodernos. Sin querer decirlo, la postmodernidad de ha convertido en una tradición en menos de 50 años.  




Serie: Buscando a Euridice