El problema es la imposibilidad
de crear nuevos significantes, radica allí la génesis de la crisis del logos
occidental. En una sequía hermenéutica, que deriva en la necesidad imperiosa de
la evocación y el recuerdo. Es la improductividad típica de lo neurótico,
entregado a la compulsión a la repetición.
La solución es la psicosis, desmembramiento del yo, escisión, derrame.
Lo que deriva en el neologismo. El neologismo que permite renombrar o descubrir
lo presente, no manifiesto. Es la entrega del ser a lo ente, si el peligro del
concepto. La superación de la necesidad
de depender de lo nombrado, y disponer de lo por nombrar. En esa superación de
lo nombrado se consigue la liberación de lo que se puede pensar, disponiendo de
la nueva posibilidad de crear.
Se nombra lo innombrable, se
trasciende a la barrera de lo oral o de la escritura, a sus leyes. Entrando en
el mundo de la producción inmediata, sin anteriores, sin recuerdos. Es la
creación originaria, multidimensional. Que antecede incluso a lo metafísico.
Por qué incluso se debe renunciar a la esencia de lo que es, en procura de la
búsqueda de lo nuevo.