LOS LIBROS DE JOSE ANTONIO RAMOS SUCRE
Por: José Horakyo Guillén*
Aproximarse a la persona de José Antonio Ramos Sucre desde el pensamiento, desde la crítica a su obra, desde las rígidas reglas de la prosa y verso. Tiene como consecuencias la lejanía de su ser y su sufrimiento. A Ramos Sucre no se le entiende se le siente. El ha sido abandonado y retomado por muchas generaciones, todas han cedido ante la perturbadora sombra del poeta. El fue un arquetipalista, la proyección de su mundo interno es omnipresente en su obra. Sus personajes son arquetipos, arquetipos que viajan y retornan; el aventurero, el mensajero, el rezagado y muchos más. Estas potencialidades construyen un mundo simbólico donde ramos sucre esparce su sufrimiento y se hace libre.
El estuvo en el hades, entro y salio muchas veces hasta que comió de la granada de Proserpina. Leer a Ramos Sucre y no sentir muchas cosas es no leerlo, leerlo y no trasformarse es ser omnipotente. Quizás una manera directa pero no tan riesgosa de aproximarse a el sea el conocer de sus libros, de los libros que leyó. El poeta se construyo un mundo, propio, apartado. Sobre la base, no de sus propias vivencias, si no de la aportadas por sus lecturas. El conoció el mundo desde los libros y lo hizo suyo. A su querido Lorenzo le escribe en marzo de 1921 una carta donde le indica todos los libros que debe leer y le expresa: "El día que hayas leído todo esto poseerás una cultura literaria enorme. No es necesario leer muchos libros, sino los libros característicos de cada nación y de cada época" (1). Ramos Sucre devora y digiere la realidad no de su experiencia propia, la tragedia, la sátira, la mitología, el teatro, la novela y los manuales de historia se la presentan. Sus arquetipos son tomados prestados del inconciente colectivo literario. El los explota, los usa para disipar su dolor, su soledad acompañada, su esquizoidia. Su lectura es práctica y no malgasta tiempo en el análisis filosófico, ni en la retórica complicada. El poeta nació, creció y murió rodeado de libros. Al principio acompañado de los libros de aquel tío cura agrio del cual sobrevivió pero heredo la soledad. Los libros fueron su refugio vital, aquella habitación segura donde podía desnudarse y no ser vulnerable. El aislamiento fue provechoso pero a la vez fatal. El amor se presento con la virtualidad epistolar y fue decorado por los personajes novelescos. La sombra del suicidio siempre lo persiguió y la técnica para lograrlo lo consiguió de un libro de toxicología, aunque sea esta una especulación de mia, nada explicaría la posesión de este texto por parte del poeta mas allá de los propios padecimientos emocionales como el dolor o la depresión. En muchas ocasiones le escribe a su prima en Caracas que deseaba acabar con su dolor, con su sufrimiento. Los libros que le recomienda tan apasionadamente a su Lorenzo son casi los mismos que se encuentran como parte del inventario personal al momento de su muerte. El libro identificado como Toxicologie en el inventario del consulado es como un obelisco de mil metros de altura, es imposible pasarlo por alto, resuena entre los demás libros. Que ironía, los libros le enseñaron la vida e igualmente como morir. La sobredosis, el sueño profundo, el paro respiratorio.
Ramos Sucre sucumbió ante su hermetismo, en un hecho de sincronicidad impresionante la lista que recomienda a su familiar inicia con
El poeta fracaso en su intento de escribir tragedias sin ser tocado por lo trágico, entregando su ser al implacable devenir de lo oscuro. Sumido en el dolor y en el insomnio, adicto a los hipnóticos de coral no enfrenta a sus demonios en persona sublima y los convierte en poesía. El poeta huye de su sombra proyectando en la periferia sus conflictos, si la obra se convierte en conflicto sucumbe. Continua su lista con
Los libros, realmente uno es lo que lee, un compendio maravilloso de lo que otros han vivido o han inventado. Al final Ramos Sucre trasciende a el mismo en la mágica trama de lo arquetipal. Como legado colectivo se enfrenta al amor o al odio de sus lectores, al igual que como los héroes, como el Mariscal de Ayacucho que jamás quiso emular. Cabe aquí citar a Jung: “lo que no se hace conciente se hace destino”. Finalmente seria injusto cerrar sin algo de nuestro poeta, con un fragmento del poema
Recorría en la memoria los paisajes de
Mi viaje se verificaba en un mismo tiempo con la orgía decadente. Quise interrumpir el hastío del litoral grave, disparando el cañón de proa. El estampido redujo a polvo la casa del esparcimiento infame.
Referencias
- Antologia: Jose Antonio Ramos Sucre. Biblioteca Ayacucho. Carta a Lorenzo Ramos, Pg .156.
- Revista Oriente, Universidad de Oriente. Volumen especial en homenaje a José Antonio Ramos Sucre. Nº10, 1981. Pg 107
* Medico Psiquiatra
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